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LOS TALIBAN NO VIOLABAN NI CORTABAN LOS PECHOS A LAS MUJERES. ESO LO HACIA LA ALIANZA
de Ana Romero
SEVILLA. Aderezada con un poco de imaginación, la vida de la princesa Sarvath parece una más de las 28 historias que componen las Noches de Arabia. En su fascinante biografÃa, llena de exóticas ciudades y personajes de libro, aparecen también unas intrigas palaciegas que acabaron con 31 años de espera para ser reina.
«Desde que me casé, tuve muy claro que yo no habÃa nacido para ser una princesa que se dedica a cortar lazos y a salir en las revistas», dice la mujer del ex prÃncipe heredero de Jordania, Hassan bin Talal, cuyo hermano, el rey Hussein, lo dejó súbitamente sin corona dos semanas antes de morir, en febrero de 1999. De la noche a la mañana, las credenciales de la princesa cambiaron: lo más destacado ahora es su trabajo desde hace tres décadas ayudando a las mujeres musulmanas desde la Young Muslim Women's Association (YMWA).
«Heredé de mis padres el interés por el mundo que me rodea», explica esta hija del privilegio y de la cultura nacida en Calcuta seis semanas antes de que Lord Mountbatten, el último virrey, proclamase la independencia de la India y el nacimiento de Pakistán.Su padre, Mohammed Ikramullah, fue el primer ministro de Asuntos Exteriores del recién creado paÃs musulmán. Su madre, la escritora Shaista Suhrawardy Ikramullah, la primera mujer miembro del Parlamento paquistanÃ, dimitió al decidirse que el jefe del Estado siempre tendrÃa que ser musulmán: «No le parecÃa justo habiendo un 12% de minorÃas».
Junto a sus tres hermanos, siguió a sus progenitores por Canadá, Francia, Portugal y Reino Unido, donde fue embajador el padre, y por Marruecos, donde lo fue la madre. Habla urdu, árabe, inglés y francés. A los 22 años se casó en Karachi con el prÃncipe Hassan, al que habÃa conocido en Londres a los 11 años, en 1958, el año en que fueron asesinados los 27 miembros de la familia real iraquÃ.
El prÃncipe Hassan no pudo ir a casa ese verano de 1958 por miedo a que los disturbios en Irak se extendieran a la vecina Jordania: «Mis padres leyeron un artÃculo en el periódico sobre este pobre prÃncipe solitario que iba a pasar las vacaciones en el hotel Claridges con dos policÃas y una gobernante, y les dio pena. Pensaron que no era la mejor forma para que un niño de 11 años pasara sus vacaciones, sobre todo después de que hubiesen matado a la mitad de la familia. Asà que se quedó el verano con nosotros. Se convirtió en nuestro amigo».
De pelo negro azabache y aspecto increÃblemente joven, Sarvath El-Hassan fue la primera mujer que recibió en Jordania el cinturón negro de taekwondo. También, la primera miembro de la familia real que insistió en incluir los nombres femeninos, incluido el suyo, en la genealogÃa hachemÃ, reservada sólo a los hombres.«Lo pensé como un regalo para mi marido y mi cuñado», afirma mostrando la fotografÃa de los dos hermanos, Hussein y Hassan, al inicio de un libro sobre Jordania editado por ella y encabezado por el árbol genealógico en cuestión.
Musulmana casada con un descendiente directo del profeta Mahoma y con tÃtulos universitarios entre las mujeres de la familia desde 1911, la princesa lleva años intentando convencer a sus colegas musulmanas de que la educación no ha de ser identificada con Occidente: «Siempre he pensado que la mujer musulmana es dueña de su propio destino. Para ello, tiene que ser capaz de entender su religión. Si no la entendemos nosotras, ¿cómo podrán hacerlo los demás? A los hombres y a las mujeres musulmanas les digo: "No os escondáis detrás del Islam"».
«Lo que le ha ocurrido al Islam es algo trágico: muchos musulmanes no lo entienden», explica la princesa, que ha venido a Sevilla con su pequeña corte: una dama de compañÃa, una secretaria, y dos bigotudos agentes jordanos que custodian la puerta de la suite. «La mujer musulmana, desde que nace hasta que muere, tiene derecho a su propiedad privada, ajena por completo a la de su marido. Lo que hereda de su padre es suyo, y su marido no tiene derecho a tocar absolutamente nada. En Occidente no se tiene en cuenta que el Derecho Civil es muy moderno, y que el derecho a la propiedad de las musulmanas data de hace 1400 años».
«El Islam, tal como se deriva del Corán y del Hadith [segunda fuente de jurisprudencia islámica después del Corán], o de las palabras del profeta Mahoma, deja claro que Dios creó a los hombres y las mujeres iguales; que todos los niños, no sólo los varones, tienen derecho a la educación; y que las mujeres tienen derechos inalienables en la herencia, el matrimonio y el divorcio», continúa esta abuela de «tres y tres cuartos» a la que se la puede ver haciendo deporte por las calles de Londres. «El profeta dijo que la búsqueda del conocimiento es el deber de todo creyente, hombre y mujer. Mirando hacia el futuro, añadió: "Educad a vuestros hijos porque éstos nacen en un tiempo que no es el vuestro".La palabra usada para referirse a los niños es awladakum, que significa niños y niñas".
La princesa habla rápido, con energÃa, y hay que prestar mucha atención a la descripción que hace de ese proceso por el cual se puede cambiar una ley islámica: «Nuestra religión establece que cuando se dan situaciones en las que no hay precedentes, se puede convocar una Consulta a la que se invitan hombres y mujeres expertos en el campo en cuestión personas decentes y de buen carácter para estudiar el problema. Esos expertos pueden escribir lo que en árabe se llama un Consenso y cambiar la ley.¿Lo ve? El problema es de los musulmanes, que no usan lo que tienen. Pero entonces no se puede culpar a la religión. Los musulmanes no conocen su propia religión».
- ¿Puede el Islam adaptarse al mundo moderno?
- Claro que puede. El proceso, como le digo, está ahÃ. Pero son los musulmanes los que han de hacerlo. Piense en AndalucÃa, donde estamos ahora. ¿Era o no una sociedad abierta? Y estaba más cerca del origen del Islam de lo que estamos hoy. El cristianismo pasó por una época oscura, y salió de ella. Es lo que nos está pasando a nosotros. Las religiones tienen sus fases. Hay que salir de esta situación. Lo que ha pasado, con la guerra en Afganistán como colofón, es trágico. Pero insisto, las fundaciones para el cambio están ahÃ: los musulmanes tienen que tomarlas en sus propias manos y usarlas. Estoy convencida de que la gran mayorÃa silenciosa de los musulmanes tiene que retomar su religión, y no dejar que se haga con ella una estridente minorÃa. Edmund Burke decÃa que lo único necesario para que el mal prevalezca es el silencio de la gente buena.
Ella empezó a utilizar esas fundaciones hace tiempo. Lo hizo en Amman en 1972 creando la YMWA, cuya primera obra fue un colegio para disminuidos fÃsicos: «Fuimos pioneros en el mundo árabe.Conseguimos dinero de la UNESCO para adaptar los textos a nuestra cultura, y ahora exportamos el modelo a muchos paÃses, desde Arabia Saudà hasta Dubai». También en la capital jordana están el Princess Sarvath Community College (1980), para alumnos de familias humildes, y el Amman Baccalaureate School (1981), precursor de la inclusión del árabe en la educación internacional: «Tradicionalmente, en Jordania habÃa tres tipos de colegios: los misioneros, el modelo anglosajón, y el liceo francés. Ninguno me gustaba para mis hijos. Por eso transformé el Bachillerato Internacional en un colegio árabe, dirigido por árabes y para árabes, pero igual de moderno que los otros, donde se aprende informática y donde los alumnos son bilingües, en árabe y en inglés».
Para la princesa, el problema de las madrasas [escuelas religiosas donde se forman los integristas islámicos] está directamente relacionado con la exclusión social. «Póngase en la mentalidad de unos padres analfabetos que viven en la zona fronteriza con Afganistán. Alguien les dice "deme a su hijo, que tendrá comida, ropa y educación". Es muy difÃcil decir que no. Si no se tiene el suficiente conocimiento como para saber que ese hijo también va a recibir doctrina, la madrasa es una apuesta muy atractiva», señala la princesa, prima hermana de la ministra de Justicia de Pakistán, Shahida Jamil. «En Pakistán hemos tenido gobiernos corruptos, sÃ, pero también ha tenido una guerra que ha durado 20 años a las puertas de la casa. Se ha visto invadido de armas, y se desarrolló una mentalidad en la que se animó a luchar contra los comunistas. Entonces las madrasas no eran criticadas como ahora».
¿Una solución? «Educación, educación, educación. Y dinero. Los extremistas en Pakistán nunca han sobrepasado el 3% dentro del Parlamento. Aunque ahora puede parecer lo contrario, la mayorÃa del pueblo paquistanà no quiere un paÃs regido por los extremistas.Yo rezo para que eso siga siendo asÃ, porque un Pakistán gobernado por integristas serÃa un desastre para el mundo entero».
- ¿Usted percibió el crecimiento de la furia integrista?
- Nos fuimos dando cuenta de la proliferación de las madrasas.Nos preocupaba. Por eso cuando el general Musharraf dio el golpe hace dos años, nadie protestó. Los dos gobiernos anteriores fueron votados democráticamente, pero no estaban funcionando de forma democrática, y el paÃs era cada vez más pobre.
- ¿Qué es un Estado árabe moderado como Jordania? ¿Un paÃs amigo de Occidente?
- Eso dirÃan los cÃnicos. Para mÃ, Jordania es un paÃs que vive y deja vivir. Poca gente se ha dado cuenta de lo malo que ha sido la influencia afgana. Cada vez que nuestros estados árabes han tenido un problema en los últimos años, siempre se puede rastrear el elemento afgano, que ha sido puro veneno.
- Las monarquÃas del Golfo ayudaron a los extremistas.
- SÃ, algunos paÃses de nuestra parte del mundo han apoyado a los talibán, a las madrasas, pero no hay que olvidar el contexto.Algunos puede que lo hicieran desde un punto de vista religioso, pero hay que recordar que la Alianza del Norte estaba cometiendo las atrocidades más horribles. Nadie pensó que los talibán iban a llegar tan lejos con las mujeres, pero no las violaban ni les cortaban los pechos, que es lo que hacÃa la Alianza del Norte.Nos olvidamos que en ese momento, los talibán parecÃan el mejor de dos males. Afganistán estaba sumido en el caos, y mucha gente pensó que habÃa que apoyar a los talibán.
Su alteza real vino a Sevilla para inaugurar el seminario Mujeres, Libertad y Democracia, de la Fundación de las Tres Culturas: «Emma Bonino denunció la situación de las mujeres afganas cuando era comisaria de Asuntos Humanitarios y nadie les hacÃa caso.Ella no se ha subido al carro de la moda, por eso he acudido».Como es Ramadán, ayer se unió naturalmente al último grito Bonino: un ayuno por la presencia de mujeres en el Gobierno afgano.
Antes de comenzar su intervención, la princesa habló por teléfono con la Reina SofÃa, presidenta de honor de esta fundación. ¿Cambió su vida cuando pasó a formar parte de la realeza? «No demasiado.He tenido mucha suerte. Desde niña he viajado mucho, he conocido a gente interesantÃsima, he vivido en casas maravillosas. Cuando me convertà en princesa, todo fue igual, ¡pero un poco más! Mi familia era real en el sentido de que siempre tuvo presente la necesidad de hacer algo por los que no tienen tanta suerte».
- ¿Qué sintió cuando, tras 31 años pensando que iba a ser reina, no lo fue?
- Nunca lo pensé asÃ. Parece raro, pero es algo en lo que nunca pensamos. Mi marido y mi cuñado eran un equipo. Eramos todos un equipo, funcionábamos juntos. Nunca pensé que mi cuñado fuera a morir. Murió joven [a los 63 años]. Nunca se nos ocurrió. Desde niños lo hicieron todo juntos.
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